Por: Oswaldo Ceballos
La resaca de la derrota en Estados Unidos dos goles a cero (otra vez) por parte de la Selección Mexicana de fútbol continúa, y de nuevo tenemos la polarización entre aquellos que defienden a toda costa al equipo tricolor y aquellos que esperan el mínimo tropiezo para darle hasta con ladrillos.
El asunto es que lo que sucede con México es cíclico, ya llevamos varios procesos mundialistas con la misma cantaleta, unas malas eliminatorias donde ya no se pasa caminando como antes y en el mundial nos quedamos de nueva cuenta en el maldito cuarto partido.
Que los Estados Unidos hayan decidido llevar su juego como local ante México en Cincinnati no es casualidad, a muchos en mi país les extraña eso, pero tiene un por qué bastante importante.
Cincinnati cuenta con una de las mejores aficiones al fútbol de todo ese país, quizá la mejor, y eso lo demostraban en la división menor USL donde competía antes el FC luego de ser anexado a la MLS.
Estadio nuevo, pero, sobre todo, una afición que sabe del deporte y que presiona y alienta como en pocos lados de la “Unión Americana”.
Así, y con todo eso, los Estados Unidos se mentalizaron en ganarle de nuevo a México quien fue inoperante en todo el partido, ni dentro del terreno de juego ni en la banca.
¿Cuánto más se tiene que soportar este tipo de actitudes?
Porque de eso se trata, de actitud, de carácter, de poner verdaderos huevos y los Estados Unidos ya tienen tomada la medida a los jugadores mexicanos, por eso se los llevan al frío… porque con el frío, se les esconden.