Por: Oswaldo Ceballos

Existen personas que esperan con vehemencia la llegada de los procesos electorales porque es el tiempo en que mejor les va, se trata de aquellas y aquellos conocidos como “seccionales”, que no son más que operadores políticos ubicados en colonias y zonas específicas cuya finalidad es: hacer proselitismo, jalar gente, comprar votos, amedrentar, vigilar casillas, recopilar credenciales de elector y… traicionar.

Esto último es mencionado dado que una gran cantidad de seccionales les encanta operar de esa manera, es decir que los puedes ver vestidos de rojo con banderas azules y reuniéndose en lo oscurito con algún otro color.

Trabajan para el mejor postor, al mismo tiempo.

Muchos seccionales (no digo que todos), tal como la mayor parte de la estirpe política, no tienen lealtad, solo a al dinero y a la conveniencia.

Es decir, no importa cuánto haya invertido el candidato “A” en tal sector, el seccional podrá colocar lonas, pintar paredes, traer gorras y playeras del “A”, encabezar recorridos junto con el candidato, etcétera.

Pero…

Si el día de la votación viene el candidato “B” y le ofrece algo interesante, cambia de inmediato toda la operación a favor del “B”.

¿Cuántas veces hemos visto eso?

Yo te lo diré: Siempre: En todos lados, en cada proceso electoral.

Es por ello que habrán de tener cuidado los candidatos y sus equipos de campaña para minimizar los riesgos que todo esto conlleva para el beneficio de sus propios intereses.

Para muchos, los seccionales son un mal necesario, el problema para el candidato es no poder controlar la ambición de estas personas que sirven como gestores para que se queden con la mayoría de lo que pasa por sus manos.

Muy políticos ¿no?

Para mí, los seccionales son un mal innecesario y cada partido debe tener gente de verdad comprometida con su causa.