Cascarones vacíos

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Por: Lic. Rubén Ríos Uribe


Confirmando que la buena literatura es intemporal, hace más de medio siglo el escritor Jorge Ibargüengoitia escribió la novela “Maten al león”: la historia del presidente de la isla de Arepa, Manuel Belaunzarán y su irrisoria oposición política, que no por ser ficticios -isla, presidente y opositores- carecían de elementos que abundaban y siguen abundando en la vida real.

La historia que fue llevada a la pantalla con las geniales actuaciones de David Reynoso, Jorge Rivero y Ernesto Gómez Cruz incorpora cambios menores, como en toda película, pero conserva intacta la sátira del libro.

Arepa representaba a cualquier país de la cuenca del Caribe a mediados del siglo XX, el General en el poder pintaba de cuerpo entero a los dictadores que pululaban en América Latina en esa época y sus opositores… bueno, sus opositores se parecen mucho a los que tenemos hoy en día y que fueron la razón por la que me acordé de “Maten al león”.

La fina ironía de Ibargüengoitia dibujó a unos opositores en minoría, timoratos, indecisos, encogidos, frustrados, ambiciosos de dinero más que de poder –soñaban con que el dictador pactara con ellos-, temerosos de perder sus privilegios y, sobre todo, la fuente de sus desgracias: incapaces de lograr una auténtica base popular. Hasta el nombre les viene bien, porque eran del Partido Moderado y “moderado” es pariente de “conservador”.

Pero ni siquiera la fértil creatividad del escritor pudo imaginar la comicidad involuntaria, el ridículo de pena ajena, de nuestra oposición actual: casas de campaña vacías colocadas en una de las principales calles del país para simular un apoyo popular que no se tiene y que, siendo realistas, tampoco van a lograr de esa manera.

Casas de campaña que son cascarones vacíos, equivalentes políticos de espantapájaros rellenos de paja y símbolo perfecto de aquellos que las mandaron a instalar: vacíos de ideas, vacíos de convicciones, vacíos de compromiso –ni siquiera ellos durmieron ahí-, vacíos de autoridad moral.

El suyo es un movimiento con seguidores de utilería.

Nos hace falta Ibargüengoitia para encontrar las mejores palabras que los describan en su absurdo, en su hipocresía, en su desesperación, en su derrota anticipada, en el miedo que se les adivina en la mirada, en su tragedia anunciada del 2021, del 2022 y del 2024.

Demócrata, como me considero, pienso que las casas de campaña vacías no dejan de ser un espectáculo triste. Al país le vendría bien una oposición con otro nivel. Una de primer mundo, que debata ideas, que proponga rutas, que señale legítimas diferencias. Pero –salvo muy pocas excepciones- los que tenemos, no entienden que no entienden.

*Diputado local. Presidente de la Mesa Directiva.

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