Por: Oswaldo Ceballos

Alfonso Durazo es el actual secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno Federal, y la experiencia que tiene en esos temas tan fundamentales para el país es mínima.

El asunto empeora cuando se observa que este funcionario se rodea de también gente inexperta y según trasciende hay quienes ocupan cargos con salarios muy bien pagados pero que ni siquiera cumplen el perfil adecuado para estar ahí.

Las recientes declaraciones de Durazo demuestran que se niega aceptar su tambaleante gestión, traicionando la confianza que le fue conferida desde el Ejecutivo Nacional.

Durazo era la primera ficha en ser movida en el tablero tras los hechos de Culiacán donde se capturó y al poco tiempo se liberó al hijo de uno de los capos más fuertes de toda la historia mundial.

El costo político de esa situación (que pudo haber sido peor) lo está asumiendo directamente la Presidencia de la República, por lo tanto ya se ha sentido más cómodo en su escritorio sin necesidad de “mancharse más las manos”.

El costo operativo de esa intentona de captura lo han asumido las Secretarías de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Secretaría de Marina (SEMAR) instituciones honorables que si algo tienen es la capacidad, el material y el recurso humano para enfrentar situaciones de riesgo.

Muchos piden la renuncia de Durazo, él, sale por una tangente asegurando que en lugar de irse asumirá la responsabilidad, pero esa frase no va apegada a lo que en teoría podría suponerse; no, porque él no piensa renunciar y así lo ha dejado muy en claro.

En su muy marcada retórica, él está “haciendo bien su trabajo”.

Si Durazo tuviese un mínimo de conciencia política, habría renunciado a su cargo de forma inmediata, asumiendo consecuencias y obviamente algo bueno le podría haber dejado ese movimiento valiente, pero no, busca una perpetuidad en un cargo del que no tiene conocimiento, improvisa y lo peor es que piensa que sabe.